jueves, 8 de julio de 2010

De qué habla Murakami cuando habla de correr


En espera de la entrega de la esperada traducción al castellano de la nueva novela larga de Murakami, "1Q84", que debe estar ya casi terminada, podemos quitarnos el mono murakamiano con la única traducción de no ficción escrita por Murakami hasta la fecha ("De qué hablo cuando hablo de correr", Hashiru koto ni tsuite kataru toki ni kataru koto, 2007, Tusquets 2010). Lo cual es novedoso y de agradecer ya de por sí, pues nuestras editoriales apenas tienen espacio para cubrir ensayo de los novelistas afamados. De Oe solo una especia de autobiografía familiar ("Un amor especial") y alguna conferencia rara en volúmenes académicos, de clásicos como Soseki, Ogai o Kawabata nada. Del último sólo la correspondencia con Mishima. De Mishima algo más, sale bien parado comparativamente. De Shimada nada de nada, así que nuestra imagen de los narradores japoneses es muy incompleta, pues no tenemos idea de sus escritos más comprometidos con los problemas de su tiempo, ni de la importancia que tiene en la historia de la literatura japonesa la crítica literario-cultural, que tradicionalmente ha acompañado a la narrativa y la poesía.
Murakami inspira el título de su diario de corredor reconocidamente en la antología de Raymond Carver que lleva el título del relato "De qué hablamos cuando hablamos de amor". Murakami es un enamorado de Carver, y es el traductor de la obra completa del narrador americano al japonés. Yo creo que le gusta porque Murakami no puede escribir igual, pero le interesa igualmente el setting de las situaciones absolutamente cotidianas. Lo extraordinario para el ser humano anida dentro de la estricta cotidianidad, en esto coinciden ambos autores en gran parte de su narrativa. Pero si comparamos el enfoque del relato de Carver y el del diario de Murakami, llama la atención inmediatamente el objetivismo de Carver frente al acendrado narcisismo del japonés. Este diario de Murakami tiene algún momento bueno, como siempre en este autor, pero no es especialmente interesante saber cómo reacciona su cuerpo ante la idea de forjar una determinado modelo de corporalidad individual, y someterlo a una presión que se transforma a ratos en diálogo. Murakami es radicalmente honesto, y por ello escriba lo que escriba tiene interés. No pretende vendernos su ego, pues su sentido de identidad no está asociado a sus raíces ni a su condición de escritor. Curiosamente se muestra sobre todo en una especie de obsesión por su cuerpo. Este diario nos descubre una faceta de Murakami que no habíamos percibido hasta ahora y que nos revela un fuerte narcisismo de raíces seguramente en su propia infancia, por lo que debemos agradecerle esta muestra de sinceridad.
Si en el relato de Carver los personajes hablan entre ellos, en un espacio de reflexión común, en el diario íntimo de Murakami, éste habla con su cuerpo como un otro, y consigo mismo como un yo. Otros personajes aparecen sólo en un fondo un tanto apagado. Quizá es lo propio de la tradición japonesa del nikki, el terreno de la individualidad por antonomasia en un espacio cultural dominado por lo público.

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