martes, 8 de junio de 2010

No sólo manga



"Una vida errante" (Gegika Hyoryu)
(vol. 1)
Astiberri, 2009

Yoshihiro Tatsumi (Osaka, 1935), es considerado el iniciador en Japón de la novela gráfica (Gegika) destinada a un público adulto e ilustrado.

En esta obra en dos volúmenes el autor nos cuenta su vida y su evolución como dibujante. Como un cirujano, va abriendo y diseccionando apartados vitales: el matrimonio vacío de sus padres; la complicada relación con su hermano, llena de episodios de celos y enfermedad; sus dudas como dibujante... Lo interesante de esta novela gráfica es que, Tatsumi, crea varios círculos narrativos en torno a este primer ámbito íntimo y familiar. Así nos presenta la evolución del manga en Japón desde sus inicios, el funcionamiento de las primeras editoriales, las diferentes escuelas gráficas y narrativas y su búsqueda de un lugar propio. Otro círculo envuelve todavía a estos dos: en él, con fogonazos periódicos nos enseña los acontecimientos políticos y económicos y culturales que suceden en el país, el consumo cultural que llega del exterior, los iconos estéticos y el cine.


Visualmente, el trazo cambia cuando habla de si mismo, a cuando nos habla de escenas de películas, de acontecimientos históricos o cuando nos enseña las portadas de revistas de la época. Todo precisión, no deja nada sin rematar en su repaso exhaustivo de todo lo que pasa por su vida, cercano o no.

Hábil, vasto, sensible, Tatsumi nos ayuda, a través de su obra gráfica a ver Japón desde otra perspectiva. Igual que Murakami nos lleva a través de sus mundos oníricos a una realidad estética y filosófica distinta, Tatsumi nos transmite, mediante plumilla y tinta negra emociones y sentimientos de forma intensa y sensible.
Algo que me llama mucho la atención y que veo también en cine y literatura japonesa es la tremenda facilidad con la que se enfrentan a los silencios tanto de situaciones como de personajes, sin miedo al vacío, confiando en la tremenda fuerza que las imágenes ya creadas tienen para el espectador/lector. Silencios informativos, tremendamente ricos, nada incómodos. Resulta fascinante ver como el autor puede dejar dos páginas sin texto, si acaso con alguna onomatopeya (sonido de cigarras, o el zumbido de un mosquito) y sin embargo se recorren a la misma velocidad que las que contienen texto. Reparamos en los detalles, en el plano del dibujo, en el aparente movimiento de una cortina o de un abanico. Y lo que nos cuentan. Porque ese tipo de sensaciones y de reflexiones en frente del silencio son comunes, son globales y las percibimos sin que las diferencias culturales nos estorben.

No se puede acabar este comentario sin mencionar la magnífica introducción de Kosei Ono en la que analiza el impacto del dibujante, a lo largo de 20 años, con el nacimiento de este tipo de novela gráfica y las diferencias con otros sistemas anteriores muy populares como el sistema de distribución del kashibon, una especie de librerías de préstamo e intercambio que servían también como distribuidoras de manga.

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